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La reina de las historias en papel - Revista Nueva


Entrevista a la escritora Almudena Grandes

Almudena Grandes presenta su tercera novela dentro una serie dedicada a la posguerra civil. Nadando a contracorriente, la escritora apuesta por obras extensas, y la crítica y los lectores en todo el mundo aplauden su decisión.

El texto de esta entrevista a Almudena Grandes debería ocupar un espacio diez veces mayor. Y es que la escritora española no lo puede evitar: cualquier pregunta estimula su memoria prodigiosa y su arte de narrar. En la charla, en Buenos Aires, Almudena pasará de un tema a otro con tal soltura y rapidez que el interlocutor entenderá muy pronto cómo esta española de 54 años es capaz de escribir cientos y cientos de páginas y, sobre todo, cómo es capaz de ser récord en ventas, cuando lo que triunfa en este siglo XXI es Internet con su Twitter y sus 140 caracteres.

Las tres bodas de Manolita, su última y exitosa novela, fue la más elegida –con sus 743 páginas– por sus paisanos en la pasada festividad de Sant Jordi, uno de los días en que más libros se venden en España. Los lectores no le temieron a ese cúmulo compacto de letras que narra la historia de la posguerra española desde otro lugar: cuenta, basada en hechos reales, la cotidianidad de esos años oscuros, de hambre y de odio, reflejada en la piel de la gente común.

Pero antes de cavar en el pasado de su país, mucho antes, Almudena ya se había familiarizado con el mundo de la narración: en los años noventa era una joven morocha de ojos intensos que había saltado a la palestra con la novela erótica Las edades de Lulú (Premio Sonrisa Vertical) y con otros títulos –como Malena es un nombre de tango o Atlas de geografía humana– que hicieron rendirse a la crítica y a sus seguidores hasta el día de hoy.

Y todavía mucho antes –ella empezó a leer a los 5 años– habrá que buscar la raíz de esa destreza suya por contar: en los terrenos de la infancia que la niña Grandes abonaba a base de lecturas ávidas. Ella dice que por entonces era “poco grácil, peluda, gorda y poco popular”, así que sus aventuras tenían que ver con Ulises, con viajes submarinos de 20.000 leguas y, sobre todo, con Benito Pérez Galdós, escritor que relató de forma magistral la historia de España en el siglo XIX. Tal y como ella haría años después con la posguerra civil.

El trabajo incansable de Almudena dedicado a la dictadura española empezó así, aunque parezca mentira: un día de 2008 estaba sentada en el sofá de su departamento de Madrid. Y de repente lo tuvo claro. “Voy a escribir una serie de seis novelas que hablen del período entre 1939 y 1964”, pensó. Y así, en una sola frase, la escritora comprometió años de tarea, cientos de ideas y miles de páginas. Dos años más tarde saldría el primer libro de la saga, Inés y la alegría; en 2012 el segundo, El lector de Julio Verne, para llegar en este 2014, con Las tres bodas de Manolita, al ecuador del proyecto.

Ahora, sentada cómodamente en el sofá de un hotel porteño, peina su pelo negro con la mano derecha y con voz gruesa desglosa todo lo que había detrás de esta decisión. “Yo había estudiado Historia en la universidad. Y, como todos los españoles, creía que sabía bastante de la Guerra Civil. Pero cuando empecé a documentarme para mi novela El corazón helado (que apareció en 2007), descubrí que no sabía nada. Yo leía y leía y entonces me enganché a la historia contemporánea de España como se enganchan los niños a los videojuegos. Lo leía todo: panfletos, memorias, relatos de republicanos, de exiliados, autobiografías. Todo”.

–Y todo eso, naturalmente, no te cupo en una sola novela.

–No, claro. No sabía qué hacer con todas esas historias, así que opté por guardarlas en un cuaderno. Y al año y medio, un día, puse mentalmente esas historias en una mesa ideal y con el cálculo salieron seis libros. Me di cuenta de que con ellos podía recorrer en orden veinticinco años de la dictadura, de tal manera que el lector pudiera viajar a un ritmo armonioso, desde 1939 hasta 1964. En diez minutos organicé muchos años de trabajo.

–Decís que leías para comprender, ¿a qué conclusión llegaste?

–He logrado descubrir que España es un país muy anormal y que nunca ha reflexionado sobre su anormalidad. En todas las guerras de Europa, por ejemplo, después de la guerra llegó la paz. Hubo unos meses de violencia, de revancha salvaje, pero luego enseguida llegó la paz, con sus políticas de reconciliación nacional, de asistencia a los vencidos, de integración, etcétera. Pasó en Alemania, en Italia, en Francia… Pero en España no. En España después de la guerra llegó la victoria (de los nacionalistas sobre los republicanos), que duró hasta que Franco murió, en 1975.

–Almudena, la victoria no es lo mismo que la paz.

–No, y en España siguieron los bandos enfrentados en la posguerra. Cuando yo era pequeña se mantenía la lucha entre la España de Dios y los enemigos de Dios. Y eso duró los cuarenta años de dictadura, así que esa versión de la realidad, instalada durante tanto tiempo, terminó por modelar las mentes de las personas. Y en ese contexto es muy difícil que haya gente que ponga en cuestión este relato de la historia del país.

–¿Qué fibra te tocó este período para que decidieras dedicarle tanto tiempo de tu vida y de tu carrera?

–Ante todo, hay un impulso literario: yo he encontrado un filón de historias que no se han contado y que son buenísimas, irresistibles para cualquier escritor. Pero también hay un impulso moral porque, además de querer ser sobre todo buenas novelas, en la práctica lo que hacen es situar al lector español frente a su historia reciente desconocida y decirle: “Mira, aunque tú no lo sepas, aquí en estos años vivieron todos estos señores que hicieron todas estas cosas para que tú tuvieras una democracia, unos derechos, unas libertades”. E incluso, girando un poco más la tuerca, a mí me permite hacerles un homenaje a los resistentes españoles antifranquistas. Porque si para la democracia española no existen, si las instituciones de mi país no les dieron las gracias, yo Almudena sí se las doy.

–¿A nivel personal te marcó también la posguerra?

–A todos los españoles nos marcó. Yo nací en 1960 y conviví durante unos años con la dictadura y creo que toda la gente de mi edad miró hacia la república (el sistema de gobierno anterior a la guerra y a la dictadura) con una especie de fascinación. Esa era nuestra épica. Por eso, contarlo es muy fuerte. En cuanto a mi familia, nadie murió, pero sí pasaron mucha hambre, que fue el destino común de muchas personas.

Una imagen, una historia

Antes que nada, la novela es una imagen. Una imagen que promete muchas historias detrás. Entonces Almudena se dedica a darle vueltas, a pensar sobre ella, a intentar desarmarla. Y luego, comprobada la fuerza del argumento, se pone a escribir. Lo hace frente a la computadora, aislada y en silencio, en el departamento que comparte con su marido, Luis García Montero, que es poeta (como también lo fueron su padre y su abuelo). “Vivir con Luis solo tiene ventajas”, ha dicho Almudena alguna vez. “La de contar con un lector de calidad a mano, por ejemplo, y la de vivir con alguien que sabe por qué de repente parezco autista, o estoy nerviosa, o deprimida. O por qué digo que todo lo que hago es muy malo”.

–¿Cuántas páginas escribís al día?

–Hay días y días, pero escribo pocas, normalmente entre una y dos páginas de ordenador, que pueden ser cuatro o cinco de libro. Con este último tardé tres años.

–Siempre has escrito novelas largas…

–Sí. Creo que en ese sentido tiene que haber una coherencia en la obra de un escritor. No se trata de hacer ahora una novela negra, ahora una histórica, ahora la historia de mi tatarabuelo… bah, se puede, pero yo concibo mi carrera como el desarrollo de un proyecto lógico y concreto.

–¿Qué ocurre cuando terminás una novela después de tres largos años de trabajo?

–Me quedo muy deprimida, no me gusta nada terminar mis novelas. Me cuesta mucho desprenderme de una para empezar con otra. Me tengo que deshabituar.

–Tengo entendido que tu próximo libro, que será el cuarto de la serie, tendrá relación con la Argentina.

–Sí, es una novela de ficción basada en un hecho real, una red de evasión de nazis que operaba desde Madrid hasta la Argentina y que dirigía Clara Stauffer. Ella era hija de alemanes, había nacido en España y era íntima amiga del general Primo de Rivera, por lo que fue intocable cuando los aliados pidieron su cabeza entre 1945 y 1947. Stauffer recibía a los nazis en Madrid, los atendía y les conseguía una documentación falsa para salir del país.

–¿A quién le facilitó la entrada en la Argentina?

–El médico y oficial de la SS Josef Mengele entró a la Argentina gracias a esta red, igual que el dictador croata Ante Pavelic. Hay muchos generales… tengo una lista entera. Stauffer lo que hacía era sacar de en medio a los nazis que estaban en peligro y los traía aquí. El circuito era así: el Estado español les daba una documentación falsa auténtica, o sea, nombre falso pero documentación original, y luego, entre la embajada argentina en Madrid y el consejero de Cultura de España en Buenos Aires, les conseguían un permiso de trabajo. Así que los prófugos viajaban maravillosamente y vivían aquí tan tranquilos.

–Has estado unas quince veces en la Argentina, el país que recibió más visitas tuyas junto con Colombia. ¿Te gusta algún escritor argentino?

–Me acabo de leer El camino de Ida, de Ricardo Piglia. Me gusta mucho este autor. Hace poco descubrí también a Federico Lorenz, con su extraordinaria novela Montoneros o la ballena blanca. De hecho intenté que la publicasen en España, en vano, porque les parece demasiado argentina.

–¿Y ahora qué libro estás leyendo?

–El quinto tomo de Juego de Tronos.

–Tiene más de mil páginas, ¿no? Te gusta leer obras largas y también escribirlas. ¿Nunca temés que tus lectores se echen atrás por el tamaño de tus novelas?

–¿Tú sabes por qué me estoy leyendo el quinto tomo de Juego de Tronos? Porque cuando estaba terminando Las tres bodas de Manolita me dio un bajón. Pensé: “Siempre voy a contracorriente, ahora que parece que con la crisis la gente lee novelas más cortas, yo escribo una larguísima, con un montón de personajes y que, encima, es parte de una serie. Un desastre”. En esas estaba yo, triste, en el comedor, cuando llegó mi hijo mayor. “¿Qué te pasa?”, me dijo. Y le conté mis dudas. “Espera un momento”, me dijo otra vez. Se fue a su cuarto y al momento apareció con el primer tomo de Juego de Tronos. “Mira, mamá, es muy larga, es una serie, tiene muchos personajes y ha vendido millones en todo el mundo”.

Entonces, la escritora lanza una carcajada ronca. Quizá porque le alegra el acierto de la previsión. Quizá, porque se da cuenta de que, sin quererlo, lo ha hecho otra vez: convertir una respuesta cualquiera en un camino frondoso lleno de vibración.

En breve

Le gusta cocinar (también para los amigos, Joaquín Sabina entre ellos). Cuando escribe llora mucho. Tiene tres hijos. Le hace gracia Maitena. Es del Atlético de Madrid. Empezó redactando textos para enciclopedias. De las relaciones sexuales, dice: “Son como el dinero: cuando lo tienes te lo gastas, y cuando careces de él solo piensas en eso”. Es columnista para el diario español El País. Dice que no es nada hábil con el cuerpo. Es taurina enérgica y tenaz. De niña, nunca hizo de angelito en las funciones navideñas: en el escenario siempre fue árbol.

Entrevista publicada en Revista Nueva


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